El regreso de los rusos. Las lunas de octubre mexicanas recibieron en el Auditorio Nacional, después de 10 años de ausencia, al antiguamente llamado ballet Kirov. Con 2 programas: “El corsario” y “Petrushka- Las Sílfides- Sherezada” generaron el aplauso en señal de satisfacción de los espectadores. Esta compañía de ballet clásico cuenta con una larga historia y gran tradición, considerados como una de las mejores del mundo por su limpieza en la ejecución del movimiento y su uso impecable de la técnica dancística.
Con un cuerpo de baile de más de 120 bailarines en escena y acompañados por la Orquesta de las Américas, bajo la dirección de Alexei Repnikov, se ha logrado llegar a esa experiencia sensible que genera el movimiento grácil y emotivo de los cuerpos.
Obviamente la magia transmitida durante las 2 horas y 30 minutos, por las piernas, brazos, pies, manos, etc., etc. etc., de los bailarines no fue algo ausente en estas funciones, acción que todos los presentes agradecimos y nos llevamos a casa en esa sensación de misticismo carnal, sensación de ligereza, ensoñación, vivacidad y sobre todo de alegría interna.
La obra que yo presencié fue la del sábado 19, y desde mi perspectiva y por la estructura de la obra, el segundo acto fue el mejor. En específico el personaje de Ali, con sus increíbles variaciones ejecutadas, sus saltos sorprendentes, su espalda increíblemente plástica y sus giros cautivadores, fue quien se llevó la noche.
Un espectáculo memorable, en lo personal goce mucho esta velada dancística, esperemos que retornen pronto con sus magníficas puestas en escenas, que son sinónimos de calidad artística y extremadamente muy disfrutables.
Por Víctor Tepayotl
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